de Fausto Vonbonek, el Domingo, 12 de diciembre de 2010 a las 18:44
"No hay ningún poder que pueda frenar el anhelo de libertad de las personas"
Liu Xioabo
Lo diré a quemarropa: Vargas Llosa mintió a quemarropa en el justo momento en que el mundo requiere de un lúcido grito infalible y certero. Es innegable que ahondó en la ficción literaria de forma brillante y por eso merece el encomio debido, pero al abordar los parámetros reales del mundo mintió arteramente.
Su distinción no está en tela de juicio, es un gran escritor y es tan loable su premio que en todo sentido merece también la ecuménica pompa. Desde siempre encumbró la palabra a su más alta cima, todo su logro lo debe a sus méritos propios, nada le adeuda al erario habitual de su historia y por ende destino. Nada, salvo empuñar la verdad ante el gran protocolo, ante el mundo, ante América misma apostada en un lapsus de histórica gala que expone al planeta el valor de la autónoma patria. Si el bicentenario aportó su gramaje jamás desmerita al autor ni a su obra, pero sí compromete a plasmar la verdad del pasado y presente.
Decir que en América Latina y Centroamérica se respeta la legalidad, la libertad de crítica, las elecciones y la renovación de poder, y que mal que mal la democracia funciona apoyada en amplios consensos populares es una espantosa mentira que agrede directo a la gnosis.
Nombrar justamente a Bolivia como una nación populista y payasa supeditada por una seudodemocracia, es una mentira total y una falta moral hacia los bolivianos.
Es inaudito que un Nobel en pleno discurso señale y acuse a naciones por sus dictaduras o su tendencia a forjarlas —por más tenue que sean denotadas— si a la vez encubre las atrocidades de las “democracias”, o si análogamente desdeña las imposiciones del imperialismo.
Antes de hablar Vargas Llosa debió distanciar la ficción del engaño, no emplear la retórica viable como un ornamento que agrade a jurados y a reyes y agreda a naciones enteras. Sí, es su discurso, su premio, pero también una voz que debiese encumbrar la verdad como encumbra el idioma.
Si un premio Nobel falsea el firmamento ¿qué rumbo adopta el futuro?
El contraste es macabro: mientras en Estocolmo, Vargas Llosa expedía su discurso —devaneos incluidos— en Oslo, sobre una silla vacía, se colocaban los premios al Nobel de Paz confinado en prisión por plasmar la verdad de su patria ante el mundo. Elaborar una carta alusiva a derechos civiles y humanos en China, fue suficiente para condenar a Liu Xioabo a pasar once años detrás de las rejas. Así de penado es decir la verdad en el mundo del siglo XXI. Un mundo carente de líderes natos, un mundo invadido de transnacionales, de alimentos transgénicos, de medios que esparcen mentiras a diestra y siniestra con voces y rostros que ya han olvidado el decoro, el honor, el placer de pensar e instigar pensamientos.
La cultura, la casta, el folklore, los linajes de antaño no son bienvenidos en medios masivos, y de ser son escasos como un animal sentenciado a exterminio.
El cambio climático envía sus heraldos con pésimas nuevas, no obstante en Cancún las naciones persisten firmando tratados que velan primero interés monetario y por último el clima y su efecto.
La verdad nos enfrenta al destino, la indiferencia lo vuelve un desastre inminente, como inminente es también aceptar que los foros mundiales de Davos son otro anfiteatro del “orden mundial” que gobierna este orbe.
Decir, duplicar, fomentar la verdad es un acto que embona esperanza en los seres humanos. Somos hombres también en medida en que somos sinceros. La ficción pertenece a los libros, a la imaginación, a la esencia creativa. La mentira, la otra, la que trasciende a la vida, la que trueca lo cierto por falso no puede ni debe imperar ni exhibirse como un elemento de moda. Ella es maléfica y siempre nociva, y aunque Estados Unidos la adopte como un elemento de estado y pretenda exhibirla como una azucena su hedor la descubre. Para el maniqueísmo de Estados Unidos un hombre cabal como Assange es sin más terrorista y merece un castigo ejemplar por prender una vela en la boca del lobo. Ningún Wikileaks se tolera en el orbe. La hipocresía, el cosmético oral, la destreza de aislar la verdad y clonar su fachada en un cuerpo podrido ya no es tolerable. Ello fomenta espejismo, complot, belicismo, epidemias de engaño. La mentira es hoy día inadmisible no obstante amordace el presente, en nosotros está recobrar el planeta, tirar al demonio las flores de látex y llevar al florero del alma la esencia sincera.
© Fausto Vonbonek
Liu Xioabo
Lo diré a quemarropa: Vargas Llosa mintió a quemarropa en el justo momento en que el mundo requiere de un lúcido grito infalible y certero. Es innegable que ahondó en la ficción literaria de forma brillante y por eso merece el encomio debido, pero al abordar los parámetros reales del mundo mintió arteramente.
Su distinción no está en tela de juicio, es un gran escritor y es tan loable su premio que en todo sentido merece también la ecuménica pompa. Desde siempre encumbró la palabra a su más alta cima, todo su logro lo debe a sus méritos propios, nada le adeuda al erario habitual de su historia y por ende destino. Nada, salvo empuñar la verdad ante el gran protocolo, ante el mundo, ante América misma apostada en un lapsus de histórica gala que expone al planeta el valor de la autónoma patria. Si el bicentenario aportó su gramaje jamás desmerita al autor ni a su obra, pero sí compromete a plasmar la verdad del pasado y presente.
Decir que en América Latina y Centroamérica se respeta la legalidad, la libertad de crítica, las elecciones y la renovación de poder, y que mal que mal la democracia funciona apoyada en amplios consensos populares es una espantosa mentira que agrede directo a la gnosis.
Nombrar justamente a Bolivia como una nación populista y payasa supeditada por una seudodemocracia, es una mentira total y una falta moral hacia los bolivianos.
Es inaudito que un Nobel en pleno discurso señale y acuse a naciones por sus dictaduras o su tendencia a forjarlas —por más tenue que sean denotadas— si a la vez encubre las atrocidades de las “democracias”, o si análogamente desdeña las imposiciones del imperialismo.
Antes de hablar Vargas Llosa debió distanciar la ficción del engaño, no emplear la retórica viable como un ornamento que agrade a jurados y a reyes y agreda a naciones enteras. Sí, es su discurso, su premio, pero también una voz que debiese encumbrar la verdad como encumbra el idioma.
Si un premio Nobel falsea el firmamento ¿qué rumbo adopta el futuro?
El contraste es macabro: mientras en Estocolmo, Vargas Llosa expedía su discurso —devaneos incluidos— en Oslo, sobre una silla vacía, se colocaban los premios al Nobel de Paz confinado en prisión por plasmar la verdad de su patria ante el mundo. Elaborar una carta alusiva a derechos civiles y humanos en China, fue suficiente para condenar a Liu Xioabo a pasar once años detrás de las rejas. Así de penado es decir la verdad en el mundo del siglo XXI. Un mundo carente de líderes natos, un mundo invadido de transnacionales, de alimentos transgénicos, de medios que esparcen mentiras a diestra y siniestra con voces y rostros que ya han olvidado el decoro, el honor, el placer de pensar e instigar pensamientos.
La cultura, la casta, el folklore, los linajes de antaño no son bienvenidos en medios masivos, y de ser son escasos como un animal sentenciado a exterminio.
El cambio climático envía sus heraldos con pésimas nuevas, no obstante en Cancún las naciones persisten firmando tratados que velan primero interés monetario y por último el clima y su efecto.
La verdad nos enfrenta al destino, la indiferencia lo vuelve un desastre inminente, como inminente es también aceptar que los foros mundiales de Davos son otro anfiteatro del “orden mundial” que gobierna este orbe.
Decir, duplicar, fomentar la verdad es un acto que embona esperanza en los seres humanos. Somos hombres también en medida en que somos sinceros. La ficción pertenece a los libros, a la imaginación, a la esencia creativa. La mentira, la otra, la que trasciende a la vida, la que trueca lo cierto por falso no puede ni debe imperar ni exhibirse como un elemento de moda. Ella es maléfica y siempre nociva, y aunque Estados Unidos la adopte como un elemento de estado y pretenda exhibirla como una azucena su hedor la descubre. Para el maniqueísmo de Estados Unidos un hombre cabal como Assange es sin más terrorista y merece un castigo ejemplar por prender una vela en la boca del lobo. Ningún Wikileaks se tolera en el orbe. La hipocresía, el cosmético oral, la destreza de aislar la verdad y clonar su fachada en un cuerpo podrido ya no es tolerable. Ello fomenta espejismo, complot, belicismo, epidemias de engaño. La mentira es hoy día inadmisible no obstante amordace el presente, en nosotros está recobrar el planeta, tirar al demonio las flores de látex y llevar al florero del alma la esencia sincera.
© Fausto Vonbonek
A quemarropa, disparo certero a las conciencias.
Cierto que en este caso agradar agrede. Cuando al mundo ENTERO lo adornen más sonrisas felices y libres que sonrisas blanquísimas. Sonrisas de verdad nacidas de lo más profundo del alma, ...vestidas de confianza, aromadas de certidumbres, con la barriguita llena y la mirada brillante de esperanza se proclamará, con agrado, la inutilidad de la agresión. Y decir la verdad no agredirá a nadie porque será VERDAD con mayúsculas, verdad justicia, de la buena. No de la que las pretensiosas orejas de los altos egos quieren escuchar para acallar el grito continuo de sus conciencias y el hedor putrefacto de sus entrañas.
Yo apuesto y profundamente creo que las pequeñas cosas, las palabras semillas, los buenos deseos y la verdad, mucha verdad se vuelven flores que llevar al florero de un mundo futuro mejor, más feliz y más justo.
Interesantísima reflexión denuncia, una VERDAD muy bien dicha.
Cierto que en este caso agradar agrede. Cuando al mundo ENTERO lo adornen más sonrisas felices y libres que sonrisas blanquísimas. Sonrisas de verdad nacidas de lo más profundo del alma, ...vestidas de confianza, aromadas de certidumbres, con la barriguita llena y la mirada brillante de esperanza se proclamará, con agrado, la inutilidad de la agresión. Y decir la verdad no agredirá a nadie porque será VERDAD con mayúsculas, verdad justicia, de la buena. No de la que las pretensiosas orejas de los altos egos quieren escuchar para acallar el grito continuo de sus conciencias y el hedor putrefacto de sus entrañas.
Yo apuesto y profundamente creo que las pequeñas cosas, las palabras semillas, los buenos deseos y la verdad, mucha verdad se vuelven flores que llevar al florero de un mundo futuro mejor, más feliz y más justo.
Interesantísima reflexión denuncia, una VERDAD muy bien dicha.
Si no hay compromiso primero con uno mismo y luego con la sociedad de la que formamos parte no habrá cambio.No llegará nunca el cambio que pugna por ser parido, que grita de dolor en un parto absolutamente necesario.
Teresa Delgado
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